Te sientas en la cocina.
Esperas que regrese,
Deseando que no lo haga.
Rosas moradas cubren tu cuerpo.
Triste ofrenda en lo que fue su templo.
Muerto el alma, ¿qué te queda?
Sube el ascensor.
Ruido de llaves.
Una gota de sudor.
Se cierra la puerta.
Pasos por el pasillo.
¡Ya está aquí!
Su voz es fría.
Sus manos, hierro candente que marca tu piel.
Su olor, imposible de olvidar.
Aprietas los puños.
Nudillos blancos.
En tu bolsillo, la solución.
Sientes su mano en tu hombro.
¡Otra vez no!
Coges el cuchillo.
Te giras.
¡Rápido!
¡No pienses!
Te mira.
Hay sorpresa en sus ojos.
"¿Pero qué......"
Te sientas en la cocina.
Esperando que regrese,
Sabiendo que nunca lo hará.
Respiras.
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